La mañana transcurría en medio de la expectativa por la fiesta de los dos soles en honor a Típloma, princesa de Vagabundia, heredera al trono del gran Rey. Las familias reían mientras esperaban que la niebla verde se disipara. Este fenómeno era presenciado por los habitantes del reino con cierta expectación, pues sabían que la niebla era muy frecuente en los primeros días del cuarto mes, y que sus efectos eran los de una sensibilidad alegre, con algo de esperanza y otro poco de tranquilidad sin culpa. (Sensaciones que nunca se atreverían a rechazar). Los habitantes del reino disfrutaban de estos bienhechores efectos pero el problema es que la niebla era densa, y no les permitía moverse con la agilidad acostumbrada. Así que esperaban que la niebla se disipara, fumando sus acostumbrados 23-34, disfrutando de ese estado tan parecido a lo que los humanos llamamos felicidad.
En eso andaban, cuando de repente ... todo cambió. El día se oscureció, con una oscuridad que solo podía experimentarse en los eclipses de equinoccio. Bien sabía Cricto que para que el fenómeno ocurriese faltaban 322 segmentos, lo cual lo dejó en un estado de extrema perplejidad. El suelo empezó a moverse por debajo de todos, en un movimiento ondulante y persistente, mientras se iniciaba el tétrico espectáculo de las luminosidades mudas, esos relámpagos sin sonido que insuflaron el terror como nunca antes en el reino. El cielo era ahora un torbellino y todo empezaba a tambalear de tal modo que grandes grietas, con su estela de abismos, empezaban a propagarse por la superficie.
El planeta se estaba desmoronando.
Su mano atravesó el planeta, a todos sus seres, quienes nunca encontrarían palabras para describir esa sensación. Su mano se dirigía ahora hacia el agresor. Aquel que hace millones de segmentos había iniciado la devastación del universo. Aquel a quien perseguía desde hace tanto que incluso su memoria prodigiosa no podría recordar el momento en el que todo empezó ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario